Sin bodrio no hay paraíso

El gabinete de curiosidades

Se necesita cebolla, mucha cebolla. Tanta que, según se van pelando, no parece que llegue nunca el fondo del saco. Kilos y kilos que despejan nariz y mente con los jugos que van cargando el ambiente. Se trabaja desde un asiento, en corro, alrededor del escriño y picando la cebolla en la mano, nada de tablas de cocina para apoyarse. Según se van haciendo pequeños trozos, caen al escriño cubierto previamente con paños, y una vez se llena completamente, se tapa todo hasta que la cebolla esté lista para el siguiente paso.

bodrio

De brodio, y este del germ. *brod´caldo´.

3. m. Sangre de cerdo mezclada con cebolla para embutir morcillas.

Para ello se necesitan también muchas manos, y fuertes brazos, además de manteca de cerdo, largos cucharones de hierro y sobre todo, mucha paciencia. Dar vueltas y vueltas, y más vueltas para que la cebolla mezclada con la manteca no paren de bailar al son de la cuchara. El tiempo y el calor harán que forme un todo y este allium quede en su punto de dulzor perfecto. Los movimientos repetitivos y el sonido del cucharón surcando la mezcla mientras va rozando la sartén acompañan durante todo el arduo proceso. Se agradece el asiento cerca del suelo, para tener algo de comodidad. Al cabo de varias horas, una vez alcanzado el color deseado, llega el momento de preparar la mezcla. Estando la cebolla todavía caliente, une sus fuerzas con la sangre, las especias y los condimentos y juntos en el lebrillo se transforman en el tan preciado bodrio.

Las siguientes y pringosas tareas consisten en lavar, cortar, llenar y atar las tripas; siempre mejor en compañía, con buen talante y repartiendo las tareas. Pero no desesperéis, ya pronto llegamos a la escena de los azulejos de Manises. Unos pinchacitos en las tripas ya rellenas para que no se rompan en el agua, y a hervir un rato. Rápido pasamos las ristras a un lebrillo con agua fría para cortar la cocción y después que suden debajo de unos paños hasta que estén listas las demás.

Finalmente y como vemos en la imagen de nuestro operario morcillero, se enroscan con cuidado en una lata que hemos colgado del techo y encendemos una lumbre. Así, nuestras preciadas morcillas se irán secando despacito al calor del fuego. Ahora sí, tras este laborioso proceso, que no se podría realizar de otra forma que acompañado, es imposible no disfrutar del sabor y la textura de estas morcillas. Cocinadas a la brasa o en la sartén se convierten en pura magia con un simple pedazo de pan.

morcillero, ra

1. m. y f. Persona que hace o vende morcillas.

2. m. y f. coloq. Actor que tiene el hábito de introducir morcillas en la representación de sus papeles.

lata

Del lat. media. latta´vara o palo largo´, y este quizá de or.celta.

4. f. Madero, por lo común en rollo y sin pulir, de menor tamaño que el cuarterón.


Esta escena forma parte de un mural de azulejos en el que se representan distintas tareas que forman parte de la matanza del cerdo. Están hechos y pintados a mano por «La Cerámica Valenciana», La fábrica-museo de José Gimeno Martínez en Manises. Para confeccionar este mural se han tomado como ejemplo azulejos valencianos con escenas de cocina y escenas costumbristas de principios del siglo XVIII. Mediante estas piezas contemporáneas han querido preservar y dar nueva vida a la decoración y el revestimiento de las casas nobles en esa época.

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