La flor del queso manchego

El gabinete de curiosidades

A la mayoría de comensales queseros, el queso manchego nos entusiasma por su interior. Por su pasta mantecosa, o granulosa si está muy curado, y por ese bocado sabroso e incluso picante en ocasiones. Pero hay vida más allá de su preciado interior. Su envoltorio, como ahora veréis, también tiene su aquel.

Según la DO Queso Manchego, una de las características de la corteza de este queso es la siguiente: Corteza dura, de color amarillo pálido o verdoso-negruzco. Presencia de las impresiones de los moldes tipo pleitas en la superficie lateral y tipo flor en las caras planas.

Impresiones tipo flor…. El dibujo en forma de cuartos con las líneas paralelas que conocemos, hace referencia nada menos que a una flor. A un brote formado por hojas, del que se formará un fruto. ¿O hará referencia quizás a la mejor parte del queso, a la flor del queso? En cualquier caso, es evidente que la cualidad de las flores, literal o figurada, se cuela en este producto lácteo, y dentro de la nueva propuesta para nuestro gabinete, está más que presente en un bello y muy utilizado molde. 

Moldedequesomanchego

Molde de queso estrellado

Siglo XX

Madera

Colección privada, Mazarulleque, Cuenca

Tallado en madera y con un esquema elaborado y poco común, se ha realizado su dibujo a partir de la flor de cuatro cuartos que ya conocemos del queso manchego. La flor o la rosa del queso, como también se suele llamar, se refiere tanto al dibujo en el propio molde, como a la impresión que queda reflejada en la corteza. Con su precioso tallado, es una pena no poder ver este tipo de dibujo en los ejemplares actuales que compramos. De la pieza de hoy, con su bella flor estrellada, no está claro si sirvió solamente para uso personal en la elaboración del queso, pero dada su solera, lo que sí vemos es que refleja transmisión de conocimientos de una generación a otra, transmite esfuerzo, y es un símbolo no solamente de mantener una tradición quesera sino que, además de eso, embellece claramente esa tradición. 

Si vamos más allá, las flores no solamente aparecen en las cortezas, la relación de flor y queso manchego no se detiene ahí. Durante el recorrido de este producto, en su inicio, nos damos cuenta que la flor ya cobra protagonismo. Pensemos en la trashumancia de las ovejas manchegas y en los pastos por los que transitaban: se encontraban con pámpanos de vid o con los restos otoñales del cultivo del girasol. En primavera en cambio podía ser matorral de suelo calizo como la salvia, el espliego, el tomillo o la ajedrea. Pastos y flores todos con una diversidad de sabores, aromas y matices que también se transmitían a la leche y que posteriormente nos llevaríamos a la boca en ese manjar color crema.

Y así pues, con un bello ejemplar de arte pastoril, la próxima vez que compremos un trozo y lo vayamos a saborear, sabremos que la flor y el queso manchego eran y seguirán siendo compañeros inseparables de viaje.

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