Últimamente me persiguen los huevos. De repente, aparecen en una pintura mural de una iglesia en un pequeño pueblo conquense, o en un cuadro sobre la pared de un bar en la costa gallega, o en una galería de arte junto a un canal holandés.
Pero no solamente en imágenes, sino también los huevos alabados por escrito en revistas semanales o en obras del gran Vázquez Montalbán. No tienen desperdicio…
En su novela Erec y Enide podemos leer esta belleza:
“…dejar caer los huevos en la sartén para que se ricen y se conviertan en un encaje con cenit de oro. Comer unos huevos fritos es como experimentar un goce sensorial triple, por olor, sabor y el corte de las texturas blandas o tostadas con el cuchillo, el derrame de la miel amarilla y esencial, el plato convertido en una paleta, una propuesta de paleta.”
¿Cómo os quedáis? Pues coged aire, que todavía queda el elogio a unos huevos conquenses, publicado en el último especial de gastronomía de El País Semanal.
«La esencia del huevo frito al desnudo. La Ponderosa, Cuenca.
Una barra, nada más. Ni taburetes para sentarse. Y aun así, es imposible olvidar ese viaje a la esencias en La Ponderosa de Cuenca. Tanto que entre las setas, los tomates, las mollejas, la perdiz que surten a la Casa Real -todo ellos llevado a la sofisticación del arte de lo sencillo– destacan como base sus magistrales huevos fritos. No solo por la materia y el buen cuidado de sus propias gallinas, sino por el aliño con algo de vinagre que los hace únicos.”
Doy fe de su sencillez magistral. ¡Qué manjar!
Si os dais cuenta, no me persigue un huevo cualquiera, sino que son huevos fritos los que vienen detrás de mí. ¡Fri-tos! Como comprenderéis, después de este deleite no queda otra que preparar unos para cenar. Y mojar pan como si no hubiera un mañana.
Aunque ahora viene el quid de la cuestión. ¿Cómo se consiguen estos huevos memorables? ¿De los que te acuerdas durante tiempo y por los que sigues suspirando cuando te vienen a la memoria?
Para ayudarnos traigo unas instrucciones un tanto especiales. Se trata de un paseo visual por los huevos al óleo que os comentaba al empezar, que he convertido en una receta artística:
El de Alarcón
Busquen los mejores huevos que puedan encontrar, pueden aparecer en cualquier lado, hasta en una iglesia convertida en pintura mural gigante.
Esta gran yema está ubicada en la Iglesia San Juan Bautista, en la que Jesús Mateos se ha encargado de cubrir completamente las paredes y el techo con su propia interpretación del universo. Un espacio que te sobrecoge y te deja maravillado.
El que está tendido al sol
Casquen el huevo en un plato o en un bol antes de echarlo a la sartén, así podremos echar mejor el huevo a la sartén y evitaremos que se nos cuele algún trocito de cáscara.
Obra de la pintora gallega Maralla Paz. Esta y varias de sus obras podemos encontrarlas en el café restaurante Balieiros, también hostal, en el que también tiene destinado un pequeño espacio como estudio. No solamente te cautivarán el entorno y las vistas de este lugar, que representan un papel muy importante en sus cuadros, sino también su ambiente familiar y su excelente cocina.
El ilustre
Echen un dedo de aceite en una sartén y caliéntenlo. Añadan el huevo cuando el aceite esté muy caliente, pero no humeante. Lo siento, Velázquez, pero estos huevos no tienen música, le falta calor a ese aceite.
Aun así, no podían faltar los huevos fritos del pintor sevillano. ¡Son los huevos de Velázquez! Bueno, y por las texturas de los objetos y por cómo el pintor hace uso de la luz para resaltar sus características.
El de la puntilla
Frían el huevo bañando la parte superior ligeramente con el aceite hasta que esté cuajada la clara. La puntilla y la yema van al gusto pero, para mojar pan, la última poco hecha.
Este huevo, con la yema a punto de desparramarse, es del pintor almeriense Matías Montoya. También es suya la obra hiperrealista de un bocata de jamón con tomate. Se te hace la boca agua con cualquiera de las dos obras.
El hiperrealista
Si lo prefieren, se puede hacer el huevo en menos aceite, casi a la plancha, como éste, tipical neerlandés. No queda tan jugoso, pero tiene un rico punto crujiente.
Este pintor neerlandés, Tjalf Sparnaay, está especializado en realizar cuadros de comida y ha convertido el huevo frito en su plato estrella sobre lienzo. Durante las últimas décadas ha realizado multitud de versiones del huevo frito, grandes y pequeñas. Actualmente, y hasta el próximo 1 de marzo, varios de ellos se pueden ver en la exposición que el museo JAN (Amstelveen, Países Bajos) ha organizado de sus deliciosos cuadros ´comestibles´.
Para finalizar esta receta, con el huevo ya en el plato, aderezarlo si se quiere con unas gotas de vinagre y salar, preferiblemente con sal gorda o de escamas. Listo para mojar pan.
Bueno, ¿a qué esperáis?
Y no olvidéis, en el arte, en la cocina y en la vida en general, siempre viene bien tener un par de huevos.