Érase una vez un racimo de uvas…
En la carrera de Historia del Arte, cuando toca estudiar bodegones, y se habla de la representación de los propios alimentos, es habitual leer la historia de los pintores Zeuxis y Parrasio que relata Plinio el Viejo en su Naturalis Historia. Dice así:
Se cuenta que éste último (Parrasio) compitió con Zeuxis; éste presentó unas uvas pintadas con tanto acierto que unos pájaros se habían acercado volando a la escena, y aquél presentó una tela pintada con tanto realismo que Zeuxis, henchido de orgullo por el juicio de los pájaros, se apresuró a quitar al fin la tela para mostrar la pintura, y al darse cuenta de su error, con ingenua vergüenza, concedió la palma a su rival, porque él había engañado a los pájaros, pero Parrasio le había engañado a él, que era el artista.
Plinio el Viejo, Historia Natural, XXXV, 65; trad. de María E. Torrego
Lo que me interesa de esta historia es que habla de un cuadro con uvas, que no son realmente uvas, sino que están representadas, pero parecen tan reales, que incluso se le acercan pájaros a picotear el lienzo. Todo esto según Plinio, claro.
Y seguramente os preguntaréis dónde quiero llegar contando esto.
Resulta que hace poco me hablaron del realfood y los realfooders. A decir verdad, no me sonaba demasiado, pero investigando un poco, coincidía con lo que me imaginaba. Nombre bien elegido. Resumiendo, consiste en elegir alimentos frescos y ´reales´ como vegetales, carne, pescado, o lácteos, por poner algunos ejemplos, y descartar los productos ultraprocesados como bollería industrial, refrescos, o comida rápida.
Dándole vueltas al coco y leyendo sobre ello, empecé a conectar todo. El engaño de Zeuxis con su racimo de uvas por un lado y los alimentos reales y los ultraprocesados por otro. ¡Menudo cacao!
Las uvas de esta historia son una representación en un cuadro, pero físicamente están hechas de pintura, barniz, lienzo, etc. Los ultraprocesados también están pintados como algo que realmente no son. Son una representación de un alimento, pero la composición de la mayoría es de materias primas refinadas y no pocos aditivos. Los ingredientes frescos, si los tienen, desde luego que no se suelen reconocer en la presentación final del producto.
Los ultraprocesados me parecieron que eran como las uvas pintadas, con perdón de Zeuxis. Son muy bonitos y coloridos a primera vista y además se hacen pasar por reales, pero al fin y al cabo, no son alimentos como lo puede ser un racimo de uvas, una hogaza de pan, un vaso de leche. Y es más, al igual que los pájaros se acercan al lienzo para picar de las uvas, nosotros, los consumidores, nos acercamos a los ultraprocesados para consumirlos como si fuesen alimentos reales.
No obstante es importante matizar este engaño, ya que por lo general sabemos que estamos viendo un cuadro u otra obra de arte, aunque en ocasiones nos lo pongan difícil los artistas; bien nos lo cuenta el propio Plinio en esta historia. Pero, ¿sabemos realmente con la misma certeza que estamos comprando y consumiendo ultraprocesados? ¿O nos hacemos los locos y nos puede la gula y la comodidad, más que otra cosa?
El cuadro con uvas de Zeuxis, hoy en día, sería como un pasillo de supermercado con sus hileras de refrescos, de comida basura o de bolsas y más bolsas de caramelos y aperitivos.
Y nosotros, ¿nos vamos a seguir engañando?