El pasado mes de noviembre varios estudiantes en la Universidad de Cambridge solicitaron la retirada de un cuadro que presidía temporalmente uno de los comedores. Este cuadro en cuestión representa un bodegón de caza del siglo XVII y la imagen, cargada de animales, quitaba el apetito de los estudiantes no carnívoros. Es un acontecimiento que ha generado mucho revuelo y, a mí en concreto, muchas dudas. Respuestas, de momento no tantas, pero preguntas, unas cuantas.
La obra, cedida por el Museo Fitzwilliam, institución perteneciente a la propia universidad, presidía uno de sus comedores. En ella se pueden ver una gran variedad de animales ´recién cazados´ como un cisne, un jabalí, un venado y distintas especies de aves. Copia de una obra ejecutada en el taller del pintor flamenco Frans Snyders, este cuadro es un ejemplo espléndido dentro del género de los bodegones, por su gran despliegue de animales cuidadosamente ´colocados´ en el lienzo.
Eso sí, con tanto animal muerto, a varios comensales esta obra de gran formato les resultó repulsiva y además les quitó el apetito, por lo que solicitaron su retirada del comedor. La dirección de la universidad decidió acceder a su petición y fue llevado de vuelta al museo.
El hecho de ser comprensivo y escuchar las opiniones de los estudiantes, tal y como hizo la dirección, me parece loable. Pero la cuestión importante es, hasta qué punto hay que serlo por nuestras propias convicciones y elecciones. ¿Se trata quizás de demasiada sensibilidad por parte de los estudiantes que no aceptan muestras de la diversidad alimentaria, actual o histórica, en su propio comedor? ¿O se trata de ser benevolentes con los distintos estilos de vida que estos puedan llevar?
La decisión de descolgar el cuadro es una encarnación moderna de preocupaciones históricas alrededor de alimentación y medio ambiente.
Según las curadoras de la exposición sobre alimentación de la que actualmente forma parte el cuadro, ´la decisión de descolgar el cuadro es una encarnación moderna de preocupaciones históricas alrededor de alimentación y medio ambiente.´
Los debates sobre el veganismo, vegetarianismo y la sostenibilidad alimentaria, aunque no nuevos, están a la orden del día. En el caso de que no se hubiera retirado el cuadro en el comedor ¿automáticamente implicaría que no se respetan las elecciones veganas y vegetarianas? ¿Significaría un posicionamiento como carnívoro e incluso amante de la caza? Me gustaría pensar que no.
¿No debería esta obra poder servir precisamente para generar y mantener el debate sobre la temática, aparte de poder disfrutarla como muestra artística de su época? Por suerte ahora se encuentra en la exposición organizada por el propio Museo Fitzwilliam, en la cual se presentan nuevas maneras de entender la historia y la cultura del comer y el cuadro por lo tanto puede seguir ejerciendo como objeto de discusión para sus visitantes.
¿Qué pasa con los productos en nuestros mercados, carnicerías y pescaderías?
Entiendo que en un comedor, este tema puede ser más delicado que en un museo, al ser este primero el sitio donde uno se sienta a la mesa para ingerir sus alimentos, pero, ¿qué pasa con los productos en nuestros mercados, carnicerías y pescaderías? ¿Será necesario tapar los pollos, los pescados o las manitas de cerdo para que nadie se asuste ni le parezca repulsivo encontrárselos en los mostradores?
En un supermercado esto no supondría un gran problema al estar toda la carne ya limpia y envasada en bandejas, incluso ya cortadita o fileteada. En esta presentación del producto, el propio animal ya está prácticamente irreconocible. No es de extrañar pues, que las ya tan habituales bandejas que compramos, se hayan convertido también en protagonistas de bodegones contemporáneos, como en estas geniales obras del pintor jerezano Antonio Lara Luque.
¿Debemos agradecer entonces a estos pocos estudiantes la retirada del cuadro, incentivada por su estilo de vida? Por mucho que un comedor a mí me parezca el lugar idóneo para este tipo de obras, me temo que sin esta petición, el cuadro no hubiese provocado este revuelo ni hubiese sido protagonista de debate.
Una sencilla solución: aquellos a los que el cuadro hería su sensibilidad podían sentarse teniendo a su espalda el cuadro; al elevar una queja hacen proselitismo y buscan notoriedad. Si voy a una exposición y hiere mi sensibilidad un cuadro, no tengo ningún derecho a exigir que lo retiren, puesto que ha habido un comisario y unos criterios que ya han aceptado su presencia, simplemente, no debo de mirarlo ni un segundo. El arte representa la suprema libertad del ser humano y si no nos gusta lo que representa, la solución no es destruirlo o apartarlo de un sitio; siempre, claro está que no promueva el odio.