• ¡Camarero, una de hormigas!

    Alguna vez te has puesto a pensar que los pequeños bichos como estos, que aparecen en muchos bodegones, podrían llegar a formar parte del menú?

    Ambrosius Bosschaert, Manzanas, peras, melocotones y nueces en plato de peltre, con fruta, una copa, un melón, avellanas y un saltamontes en una mesa de piedra (detalle). 1609-1645. Colección privada.

    Por lo general forman parte del atrezo para dar una imagen más realista de la botánica, para que el cuadro cobre vida. Un saltamontes por allí, un escarabajo o una hormiga por allá. También revolotean por los cuadros mariquitas, moscas y demás. Desde luego que ninguno de ellos le da un aire gastronómico al conjunto

    Pero hay sitios en los que sí…

    Si habéis visto algún episodio del programa Chef´s Table, os habréis podido dar cuenta de la atracción innegable que desprende. En este programa saben contar historias, y lo hacen muy bien. Que sí, que también podrían mejorar muchas cosas, pero es darle a reproducir un capítulo y durante los minutos que dura, te quedas completamente absorto. Te cuentan el proceso creativo de los cocineros de manera fascinante, las iniciativas que han impulsado, por ejemplo a nivel social, o los obstáculos que han tenido que pasar para cumplir su sueño.

    En el episodio sobre Alex Atala, se junta todo esto. El que me recomendó fervientemente verlo, tenía razón. Me inspiró, me dio ideas, me pareció fantástico.
    No voy a entretenerme en resumirlo, los que podáis ya estáis tardando en ver el propio episodio (temporada 2, 2º episodio). La cuestión que me gustaría resaltar es que este cocinero le da mucha importancia a entender mejor nuestra relación con los alimentos y a cuestionar y valorar la alimentación local, aspectos que también defiende mediante la fundación que lleva su nombre. En su opinión, esto conlleva entre otras cosas, comer insectos. Hormigas amazónicas, por ejemplo, o harina de insectos. 

    Hormigas – Unsplash

    A mucha gente esto le sonará a locura, o repulsivo seguramente. El aspecto físico de los bichejos, nuestras costumbres y las asociaciones que tenemos hace que de primeras no digamos: Mmm, en un bocata me chiflan! Salvo algún que otro valiente, claro.

    Como decía, el aspecto físico tiene mucha culpa en esto. Las ostras seguramente no siempre hayan disfrutado de la misma fama gracias a su atractivo físico, tanto por el exterior como por el interior.

    Sin ir más lejos, yo misma, de niña no probaba el tomate, la morcilla ni el queso azul. El aspecto, el olor o el sabor me tiraban para atrás. La textura gelatinosa de las semillas del tomate, no me gustaba, y no lo comía. El ingrediente principal y el color de la morcilla me daban repelús, y no lo comía, claro. El olor y el aspecto feote del queso azul no me gustaban…. Efectivamente, no lo comía.

    Queso de Valdeón – Wikimedia Commons

    Tampoco me obligaba nadie a comerlos, comía de todo, y si dejaba pasar algún que otro alimento, tampoco pasaba nada. La gracia justamente era que no pasaba nada, algunas veces incluso me ´animaban´ a no comerlos, ya que así le tocaba más a los demás. Después de oírlo unas cuantas veces ya empezaba a mosquearme y poco a poco me animaba a probarlo. De hecho, como veía que gustaba tanto en mi casa, lo convertí casi en un reto para acostumbrarme, o incluso, conseguir que me encantase. No por imitar a los demás, sino porque realmente quería que me gustase. Ya os imagináis cómo acabó la cosa, no? Ahora me chifla el tomate, la morcilla y el queso. Parece que funcionó muy bien la táctica de no obligarme a comerlo…

    Que algo sea una exquisitez o no, es porque nos han dicho que lo es.

    Alex Atala

    No es para nada malo que te digan que algo está bueno, o que es exquisito, lo malo es que se consideren ´exquisitos´ solo unos pocos alimentos, habiendo tantos otros. Muchos productos exquisitos no nacen, se hacen… Alex Atala, entre otros, nos está diciendo que también los insectos pueden ser una exquisitez. O que habría que intentar incluirlos en nuestra alimentación por ser ricos en proteínas y micronutrientes, por resaltar algunos beneficios.

    Vendedora de insectos – Unsplash

    Pero hablemos ahora del aspecto, del físico. Nos interesa mucho el interior, pero seamos honestos, guapos, que se diga guapos, no son. Dan repelús y es fácil tener aversión a los insectos, pero realmente, a la hora de pensar si te lo zampas o no, en qué se diferencian los tentáculos de un calamar o un chipirón, de las patas de un grillo o de un saltamontes? En países latinoamericanos y asiáticos tienen más costumbre de consumirlos. En Brasil se llevan mucho las hormigas, en China escorpiones, en México grillos, y en Camboya tarántulas y escarabajos, por poner algunos ejemplos.

    En España, o Europa en general, no se estila mucho la verdad. ¿Por qué no estamos escuchando a los amantes de los insectos? ¿O no insisten mucho, como a mí con la morcilla y el queso azul? ¿Deberíamos imitar esta costumbre siendo un alimento necesario, más que ´gourmet´?

    Fede Galizia. Frutero de cristal con melocotones, jazmín, membrillos y un saltamontes. 1610. Colección privada.

    Yo para ir abriendo boca os voy dejando por aquí unos ejemplos artísticos, a ver si alguien se anima, yo incluida, claro.

    En siglos anteriores están pintados casi como atrezo, como una manera de darle vida a estas obras, en cambio en este siglo se está intentando convertir en un alimento más, y probablemente con razón.

    Rachel Ruysch, Bodegón con fruta e insectos (detalle), 1710. Ubicación desconocida. Wikimedia Commons